El río Guadalquivir, como cualquier río, tiene variaciones drásticas en su caudal. Las variaciones oscilan desde unos metros cúbicos por segundo en los estiajes hasta unos 6000 a mil en las crecidas máximas. Esto, unido a la escasa pendiente en los 110 kilómetros desde Alcalá del Río hasta el mar y que hace que Sevilla esté sometida a la acción de las mareas, es la causa de que la cuidad tenga esa larga historia de «arriadas».
Para defender a Sevilla de las crecidas periódicas se implementó el llamado Plan Delgado Brackenbury a mediados del s. XX que sacó el Guadalquivir de Sevilla. El río histórico se cerró por el llamado Tapón de Chapina dejándolo convertido en una dársena y se abrió un nuevo cauce desde Triana a San Juan de Aznalfarache.
Primero se intentó la contención de las aguas con un dique de 180 metros pero resultó insuficiente. Por eso se decidió taponar el río mediante el hundimiento de barcos de diversos tamaños y calados, cargados de materiales.
Estos barcos eran la draga «Paulina», el «Destello», el «Chanales», el «Remedios», el «Draco», el «Gelves» y otras 7 barcazas de pescadores.
Las embarcaciones quedaron sumergidos durante décadas.
La zona se adecentó construyendo un jardín y un centro deportivo. La dársena, que recibe el nombre de canal de Alfonso XIII, quedó como un brazo muerto del río.
En relación al puerto, mediante un terraplén en el extremo sur del canal de Alfonso XIII y otro terraplén en la Punta de Tablada, se separó del río, dejándolo libre de su influencia. Para acceder a él se construyó la esclusa.
En 1992 con motivo de la Exposición Universal, cuando la ciudad recibió un fuerte impulso en las comunicaciones sobre el río, se volvió a abrir el tapón de Chapina, desplazándose más al norte, hasta la zona de San Jerónimo.
Con las obras aparecieron los barcos hundidos uno tras otro.
Y el río quedó abierto a la ciudad.
Me encantan las historias ⛴️⚓🧜♀️
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