Este puente ya no está operativo, pero todos nos acordamos del puente de Alfonso XIII o puente de hierro. ¿Quién no lo ha cruzado para ir a la Feria?
Estos son algunos detalles que quizás no conocías.
A principios del S XX el río Guadalquivir a su paso por Sevilla demandaba una serie de mejoras que dieran seguridad y rapidez a la navegación. Por eso, se ejecutaron cortas en el río, entre ellas la de Tablada y el llamado Canal de Alfonso XIII. Debido a esto, para poder unir la ciudad con Tablada, y con motivo de la Exposición Universal de 1929, se decidió la construcción de un puente, el de Alfonso XIII, conocido popularmente como Puente de hierro.
Nuestro protagonista fue diseñado por el ingeniero José Delgado Brackenbury, Director de las Obras de la Ría del Guadalquivir y Puerto de Sevilla en la época,
Se construyó, en el extremo norte de la corta, en el punto de encuentro con el Meandro de los Gordales, frente a la Vuelta de Los Remedios. Se hizo bajo la patente de la empresa estadounidense de Chicago Scherzer Lift Bridge C.O. Y la ejecución corrió a cargo de la empresa española La Maquinista Terrestre y Marítima.
El puente
El puente que llevaba su nombre, lo inauguró el rey Alfonso XIII el 6 de abril de 1926 desde el Crucero de la Armada de la República Argentina “Buenos Aires”, estando acompañado por los tripulantes del Plus Ultra el Comandante Ramón Franco, el Capitán Ruiz de Alda, el Teniente de Navío Juan Manuel Duran y el mecánico Pablo Rada. Desde entonces fue el segundo puente que cruzaba el río Guadalquivir y el primero de carácter móvil.
El aspecto del puente es muy característico, una estructura entera de metal para cuya fabricación se necesitaron 201 toneladas de acero dulce. ¡Casi nada! Estaba apoyado sobre pilas de hormigón coronadas mediante un sencillo capitel de piedra en forma de moldura.
Se caracterizaba por tener un carril en cada sentido para vehículos y vía férrea en el mismo tablero, esto ocasionaba que debiera cortarse el tráfico cuando era usado por algún tren, algo poco funcional para la vida moderna.
El vano central tenía 56 metros de longitud y el tablero se dividía en dos partes iguales basculantes. A diferencia del actual puente de las delicias, los mecanismos de apertura y cierre, eran independientes en cada una de las partes. Para su elevación utilizaban motores eléctricos que actuaban sobre engranajes y cremalleras, permitiendo el paso de buques hasta el puerto.
Este puente, que muchos de nosotros hemos cruzado para ir a la Feria, se cerró al tráfico en 1992 tras la apertura del Puente de las Delicias que se construyó al lado. Más tarde, en 1998, se desplazó de su lugar original trasladándose primero al Muelle de las Delicias frente al Club náutico y más tarde, al final de la Avenida de la Raza donde continúa lastimosamente en la actualidad.
Propuesta de recuperación del emblemático puente.
El puente, además de valor sentimental para los ciudadanos, tiene valor histórico y valor como patrimonio industrial.
El uso como puente en el mismo río no es posible por las actuales condiciones de navegación de la zona portuaria y del uso deportivo y de competiciones del río, (para remo, piragua etc). Por tanto, es imposible ubicarlo en otro punto cruzando el río. Pero los puentes metálicos son relativamente fáciles de transportar y, por tanto, de reubicar. Hay numerosos ejemplos de reutilización de puentes en Europa o Estados Unidos. Por eso, la verdad es que nos gustaría recuperarlo.
Se han propuesto diversos destinos y utilidades para este veterano; por ejemplo en la ribera, junto a la orilla del río con una cierta separación a ella; a lo mejor en zona portuaria o anexa, si fuera compatible con la actividad del puerto, manteniendo así la relación histórica con éste.
Otra propuesta es desvincularlo del río y reubicarlo en otro lugar. Existe una iniciativa para colocarlo en lago del Alamillo asociado a pabellones multifuncionales dónde se le pueda dar utilidad.
¡Ojalá le encontremos un lugar adecuado! Forma parte de nuestra historia.
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En el Alamillo seria ideal su ubicación y sobre todo, poder disfrutarlo y no dejarlo morir
a las
Pues sí, dejarlo morir es una lástima. Forma parte de nuestra historia.
Personalmente guardo un grato recuerdo de ese puente en mi niñez